Se acercó a ella, como muchas otras veces había hecho, dibujando esa sonrisa irreal una vez más. Ella lo miró escéptica, guardando las lágrimas de manera admirable. El tiempo se congeló entre sus miradas, la distancia física era apenas de centímetros pero la conexión mental que un día compartieron había desaparecido por completo. Desde esa perspectiva la distancia era tan grande que ella apenas podía verlo. El esfuerzo y el orgullo que le obligaba a guardar las lágrimas estaba agotando su alma hasta un punto jamás conocido. Además, si lloraba, todo se nublaría.
Busca la muñeca rota, la víctima, la herida, la frágil desgraciada que se rompe como el puto cristal y húndela en la más absoluta miseria. Hazla sentir culpable de su sonrisa, de la alegría que saca de lo más recóndito de su ser para regalársela a aquellos que le importan. Cuando la muñeca es nueva y brilla todo es genial, todo es perfecto... todo es hipócrita, todo es una jodida mentira.
- [...] cuando sientes esa adrenalina de la conquista. Buscas una muñeca por todos los medios y cuando la consigues eres momentánea e irrealmente feliz, pero entonces, cuando ya sepas todo de esa muñeca te desentenderás de ella y esperarás a que se rompa y cuando se rompa le echarás la culpa a ella de haberse roto.
- ¿De que estás hablando?
La muñeca rota se rebaja demasiado, mendiga por una esperanza que ya no tiene. Le jode, le jode hasta lo más profundo de su alma seguir un camino que conoce otra vez. No tiene sentido. Arrástrala a la decadencia, siéntete superior haciéndolo, siéntete poderoso. Una muñeca rota a la que nadie buscará. Una muñeca rota que en un rincón herida se convence de que no merece la pena tanto dolor y sufrimiento. Tantas heridas que no cicatrizan. Se abren todas, se abren hasta las marcas del espejo, se rompe el espejo, se clava el cristal en los ojos. Sangre.
- [...] En los tiempos del Incienso yo era más cuidadosa, solo podía dar lo efímero del erotismo fugaz, de los sentimientos que seguían guiones e historias, pero nada existía. Era un teatro acordado.
Un exorcismo de todo lo vivido, de la inexistencia de lo existente, de lo presente del pasado, de lo futuro del presente. Y cuando llore, sonríe y pregúntale qué le pasa, quién la rompió, como fue y que gran hijo de puta fue quien le hizo tanto daño. Que pena. Que asco. La daga de la indiferencia una vez más. ¿Será mejor el odio o la indiferencia? ¿la inexistencia tal vez?.
[...]
No hay más. Regresar en el tiempo y situarse en el punto de partida de la luz que se transformó en bucle de oscuridad. Pero la muñeca es tan idiota que filtra todo lo dañino porque le hace daño quedarse con ello. Se deshace por todo aquello que mendiga sabiendo que nadie le está haciendo ningún favor que sólo se hace daño, un daño enorme que puede llegar a ser de nuevo irreparable y sumirla en las tinieblas de la resaca psicológica. ¿Para qué creer?. Pero, ¿qué pasa ahora? que la muñeca decide curarse las heridas, desaparecer de la existencia conocida, de la inercia y dar todo por todo, aunque se desviva, aunque agote las fuerzas físicas, humanas, vitales e inhumanas. Agotando todos los recursos porque es de la única manera en la que ha aprendido a existir. Pero los cristales, a veces inevitablemente, se le clavan en los ojos. Y le duele.
...pero nunca sabes que despertará el reverso misterioso... y todo volverá a suceder de la misma manera inevitablemente...
Pero, una vez más, sobrevivirá.-