jueves, 17 de enero de 2008

El Taxista

"El taxista no tenía forma de saber si llevaba a sus pasajeros a algún acontecimiento trascendental de su vida o sólo a un momento más" - "El Psicoanalista", John Katzenbach.

Es el intermediario. Frecuentemente, el destino deja el enigma reducido a una fácil asociación de ideas: hoteles, edificios emblemáticos, colegios, empresas concretas, estaciones, hospitales... incluso funerarias. Cierto que tras todos esos sustantivos se pueden ocultar millones de historias complicadas o difíciles de descifrar pero, por lo general, el uso del sustantivo implica un campo semántico: vacaciones, turismo, estudios, negocios, viajes, buenas o malas noticias repentinas... un final.
Observa al personaje que cruza el umbral de la puerta del taxi, lo analiza, busca una mirada y espera un destino. La voz, a veces simplemente nerviosa por la timidez de tratar con un desconocido, otras amistosa y otras, la mayoría, absolutamente indiferente. No busca la conversación, observa en el retrovisor al personaje atentamente. Si surge la conversación, sea artificial o no, la sigue desde la distancia. Es consciente de que sus palabras, su mirada (si encontrada) en el retrovisor, su voz... son las últimas circunstancias que harán eco en el personaje hasta que encuentre su objetivo. El taxista vincula un punto de partida aleatorio, o concreto si lo ha pedido, con un lugar preciso. En un viaje hacia una estación ves el estrés de un viaje, la rutina o la emoción de un reencuentro. En un viaje desde la estación ves gente excesivamente morena, cansada o pensativa. Las historias que se pueden crear a través de esas miradas que se filtran tras el retrovisor son infinitas.
El taxista es relativamente anónimo, no hay cámaras como en el metro, no hay más gente como en un autobús. Lo más probable es que el personaje olvide su cara en el mismo momento que se baje del taxi, que si alguien le pidiera en ese mismo segundo que definiera físicamente al taxista no sería capaz. Puede que este llevando al personaje al fin, a un suceso, a un crimen, a un robo, a cualquier cosa terrible y sobre el taxista caerá la extraña culpa de "yo lo lleve allí" pero también la certeza de que nadie podrá encontrarlo cuando alguien diga: "tomo un taxí para venir" porque nadie sabrá qué taxi tomó a no ser que alguien anotara la matrícula. Pero, eso, nunca sucede. Y es quizás el taxista que llevo a algún personaje a ese lugar donde su existencia cambiaría irremediablemente para bien o para mal quien, habiendo analizado las pistas en todo lo que estaba a su alcance, podría dar un testimonio más acertado sobre su expresión o su estado segundos antes de ese momento.
Alguien que sonríe con ojos melancólicos un día lluvia, que sube empapado al taxi y que da una dirección que lleva apuntada en un papel... ¿quién sabe por que sonríe?. Seguramente, nadie sabría adivinar que piensa en que ha acumulado segundos más en los que sus ojos han mirado a los de una persona que no sabe si algún día encontrara y que se siente alguien importante siendo la primera vez que se sube en un taxi sola en su vida. ¿Quién puede adivinar lo que piensa ese personaje callado y concentrado que mira por la ventanilla mirando pero sin ver después de despedirse de otra persona?. Y siempre está esa dirección con su número: anónima.
¿Quién espera? ¿Quién busca?. Las líneas que trazan las historias son infinitas. Por muy grave que sea esto que va a cometer hoy, mañana, dentro de una eternidad... será un testigo de su vida pero el personaje nunca lo sabrá y el taxista, cuando se cometa tal suceso, ya no lo recordará.
... o quizás si.

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