jueves, 29 de mayo de 2008

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burbujas de sangre hirviendo
Sólo el odio te rescatará de la decadencia. No te arrastres más. No lamentes más. No te dejes dañar. No hay traición sin venganza. De aquí, a la puta eternidad. Resucitar. Por encima de todo y de todos.-
...y dudo que alguien merezca un segundo así.-
("Sangre Hirviendo", Héroes Del Silencio)

miércoles, 28 de mayo de 2008

Coste de oportunidad

El coste de oportunidad es el valor de la mejor opción no realizada. Porque en todos los ámbitos vitales y circunstanciales existen siempre disyuntivas que se esquivan con mayor o menor estilo. Decisiones no deterministas, decisiones cuyos parámetros evaluadores de su certeza no se atienen a un falso o verdadero. El coste de oportunidad son todas aquellas variables que se descartan al elegir una de las diversas bifurcaciones que ofrece una misma posibilidad o realidad. Se ejecutan varios procesos al mismo tiempo. Se invierte en varias empresas a la vez. Negociaciones diversas, acuerdos sin firmar. Letra pequeña. Letra invisible. Cualquier planteamiento que implique un coste de oportunidad, que nunca se puede llegar a comprobar lo alto o bajo que puede llegar a ser, requiere un esfuerzo mental. Seguir o plantarse. Abandonar o intentarlo de nuevo. Asesinar la esperanza o mantenerla. Hay variables aleatorias en todas esas diferentes bifurcaciones que muchas veces cambian radicalmente la evolución de las expectativas que inicialmente se fijaron, a veces a mejor, a veces a peor, a veces las hunden en la más jodida y absoluta miseria. Y, desde este dramático último plano: ¿cuál es la mejor opción no realizada?

...siempre hay algo que me hace volver.

[...] probablemente, debe existir una explicación a esa necesidad de volcar todo cuanto ha conocido en una posibilidad tangible y real, al vacío que provoca la ausencia de la misma, a lo complicado que es volver a creer. Odia anclarse en el tiempo, en momentos que no vuelven. Odia encontrar caminos tremendamente rebuscados para declararse culpable. [...] la mirada estática, los ojos azules, brillantes. Sonaba aquella canción, una vez más. Esa canción que había escuchado tantas veces en tantas circustancias y etapas diferentes de su vida. Si lo mirabas fijamente a los ojos, y solo analizabas el reflejo, podías ver todos esos recuerdos y momentos. Entre esas lágrimas, que nunca sabía explicar de dónde provenían al escuchar esa música, se dibujaban nítidas todas las vivencias. Regresaba a cada uno de esos momentos. Pero la canción se acababa, siempre se acababa. Entonces me miraba a los ojos, aún brillantes, y nunca supe que decirle para evitar ese dolor.

viernes, 23 de mayo de 2008

Contracorriente

contra el absurdo de los celos - el espacio abierto
contra la pasividad - la curiosidad enciendo
contra lo lento y cotidiano - la exploración
contra tanto cuento, contra el aburrimiento

contra el balance decimal me someto al disparate
contra la eternidad la belleza del instante
contra el vacío admitido me lleno de sustancia
y contra la distancia la unidad completa

contra la perfección - el desorden
contra lo elaborado - lo espontáneo

y contra todo esto yo no me someto
contra la corriente aún iré más fuerte
- "Contracorriente", Enrique Bunbury.

miércoles, 21 de mayo de 2008

something to believe in

... y en ese abrazo se deshace, le retumban los latidos del corazón en los oídos y en el pecho. Se quedaría el resto de la eternidad en ese lugar que conoce, en un lugar en el que ha estado muchas otras veces durante un intervalo continuo de tiempo, en un abrazo que le desintegra en millones de partículas y no sabe si ponerse a llorar o quedarse ahí parasiempre e intentar detener el tiempo. En un lugar donde, piensa, que pase el tiempo que pase el mundo seguirá deteniéndose, donde siente que todo lo que ha dado se funde con ella y vuelve a sentir todas las piezas en su lugar. Pero después, otra vez, el mismo extraño sentimiento de vacío, la misma esperanza que no sabe si tener...

... y no hay mejor ni peor
("Canto", Bunbury)

martes, 20 de mayo de 2008

Muñeca rota

Se acercó a ella, como muchas otras veces había hecho, dibujando esa sonrisa irreal una vez más. Ella lo miró escéptica, guardando las lágrimas de manera admirable. El tiempo se congeló entre sus miradas, la distancia física era apenas de centímetros pero la conexión mental que un día compartieron había desaparecido por completo. Desde esa perspectiva la distancia era tan grande que ella apenas podía verlo. El esfuerzo y el orgullo que le obligaba a guardar las lágrimas estaba agotando su alma hasta un punto jamás conocido. Además, si lloraba, todo se nublaría.

Busca la muñeca rota, la víctima, la herida, la frágil desgraciada que se rompe como el puto cristal y húndela en la más absoluta miseria. Hazla sentir culpable de su sonrisa, de la alegría que saca de lo más recóndito de su ser para regalársela a aquellos que le importan. Cuando la muñeca es nueva y brilla todo es genial, todo es perfecto... todo es hipócrita, todo es una jodida mentira.

- [...] cuando sientes esa adrenalina de la conquista. Buscas una muñeca por todos los medios y cuando la consigues eres momentánea e irrealmente feliz, pero entonces, cuando ya sepas todo de esa muñeca te desentenderás de ella y esperarás a que se rompa y cuando se rompa le echarás la culpa a ella de haberse roto.
- ¿De que estás hablando?


La muñeca rota se rebaja demasiado, mendiga por una esperanza que ya no tiene. Le jode, le jode hasta lo más profundo de su alma seguir un camino que conoce otra vez. No tiene sentido. Arrástrala a la decadencia, siéntete superior haciéndolo, siéntete poderoso. Una muñeca rota a la que nadie buscará. Una muñeca rota que en un rincón herida se convence de que no merece la pena tanto dolor y sufrimiento. Tantas heridas que no cicatrizan. Se abren todas, se abren hasta las marcas del espejo, se rompe el espejo, se clava el cristal en los ojos. Sangre.

- [...] En los tiempos del Incienso yo era más cuidadosa, solo podía dar lo efímero del erotismo fugaz, de los sentimientos que seguían guiones e historias, pero nada existía. Era un teatro acordado.

Un exorcismo de todo lo vivido, de la inexistencia de lo existente, de lo presente del pasado, de lo futuro del presente. Y cuando llore, sonríe y pregúntale qué le pasa, quién la rompió, como fue y que gran hijo de puta fue quien le hizo tanto daño. Que pena. Que asco. La daga de la indiferencia una vez más. ¿Será mejor el odio o la indiferencia? ¿la inexistencia tal vez?.

[...]

No hay más. Regresar en el tiempo y situarse en el punto de partida de la luz que se transformó en bucle de oscuridad. Pero la muñeca es tan idiota que filtra todo lo dañino porque le hace daño quedarse con ello. Se deshace por todo aquello que mendiga sabiendo que nadie le está haciendo ningún favor que sólo se hace daño, un daño enorme que puede llegar a ser de nuevo irreparable y sumirla en las tinieblas de la resaca psicológica. ¿Para qué creer?. Pero, ¿qué pasa ahora? que la muñeca decide curarse las heridas, desaparecer de la existencia conocida, de la inercia y dar todo por todo, aunque se desviva, aunque agote las fuerzas físicas, humanas, vitales e inhumanas. Agotando todos los recursos porque es de la única manera en la que ha aprendido a existir. Pero los cristales, a veces inevitablemente, se le clavan en los ojos. Y le duele.

...pero nunca sabes que despertará el reverso misterioso... y todo volverá a suceder de la misma manera inevitablemente...

Pero, una vez más, sobrevivirá.-

lunes, 19 de mayo de 2008

Apocalyptica

Recuerdos de un vampiro, de una mirada infranqueable pero inquietante, unos ojos que miraban más allá de toda la transparencia desnudando todos y cada uno de los pensamientos. Increíble que los relojes giren tan rápido, que lleven tres años esas cajas plegadas. Las llaves de colores. Una fiesta en una terraza de dos metros cuadrados (si llegaba). El suelo de madera tiembla, los pinchos, las lámparas rojas. Warning prohibiting prohibited. Path. "Your life burns faster...". Probablemente cualquier cosa o camino más allá del concierto no revolucionó ninguna expectativa porque ni siquiera existían en ese campo pero evitó muchos obstáculos innecesarios y rompió un muro. No queda ya nitidez de aquel momento, aunque el cambio radical en muchísimos aspectos y libertades sigue y seguirá. Fotos fijas, palabras aisladas, humo y luz naranja. No queda ya nitidez porque fue algo puramente tangible, un hecho que fijó la diferencia entre la ficción y la realidad. Los pinchos del cinturón. Un cinturón roto. Ahora mismo el recuerdo no es algo que nombraría como valioso pero si como un momento que abrió una perspectiva diferente, pinceladas que añadir a un cuadro del que he podido intuir sus perfiles en dos ocasiones. El segundo de los dos, el más reciente, el más, tal vez, real trajo más que atisbos de esta efemérides con muchos elementos comunes pero, uno, el mas importante de ellos, no fue común y es el que clava la daga de la nitidez en todos los sentidos. Apocalyptica, al fin y al cabo, sólo fue un concierto y, tal vez, minutos que un visionario convirtió en horas. Recuerdo como la electricidad, la ausencia inexplicable de ella, me hizo mendigar de maneras más o menos respetables por una actualización. Pero no se clavaba. Ahora poco tiene que ver todo; la nitidez no son imágenes fijas, son corrientes eléctricas que reviven una sensación enorme que es posible que nunca se llegara a comprender. Si algo cambia por completo tu actitud con el mundo puede ser terriblemente bueno o terriblemente malo en la misma proporción. La balanza tiende al equilibrio. Sólo tiende.

sábado, 17 de mayo de 2008

So let it be written...

14 days to go!! Fuck yeah!!
How does it feel to be alive?!
...let it be done!!

Stand my ground...

"También había algo de vampirismo en la música rock. Debía de sonarle sobrenatural incluso a quienes no creían en lo sobrenatural. Me refiero a cómo la electricidad podía sostener indefinidamente una nota, a cómo se podía superponer una armonía tras otra hasta que uno se sentía disolver en el sonido."
"Y me dí cuenta de que no se me pasaría, y de que nada podría, por el momento, hacer que lo olvidara. Sin embargo, al propio tiempo, sentí una gratitud inexpresable por la música, por el hecho de que en aquel horror pudiera haber algo de tal belleza"
"[...] prométeme que no te desvanecerás como si fueras algo que solo he imaginado..."
- "Lestat El Vampiro", Anne Rice.
...I won't give in.

jueves, 8 de mayo de 2008

Región de convergencia

El tiempo es tan extraño que siempre que vuelvo aquí me da la impresión que jamás me fuí. Esa sensación de un regreso que nunca tuvo partida me sorprende, me vuelve, de cierta manera, atemporal. Y eso me alegra, me situa al mismo nivel que todas esas personalidades carismáticas que aún me mantienen en vida tanto física como mental pero, por otro lado, me inquieta. Vuelve lo vivido en el intervalo inexistente; como volver a la misma clase que estabas en Junio en Septiembre y, después de aleatorias conversaciones y mover la mirada de la mesa a la pizarra un par de veces, parece que el verano "nunca existió". En momentos así el pensamiento se hace claro, conciso e incluso, aparentemente revelador. Cuántos más años pasan más queda el resultado de la vivencia que la vivencia en si misma. El recuerdo del proceso te situa en un punto intermedio donde quieres que todo se realice de nuevo para refrescar la sensación. Recordar el resultado te situa en un pasado o un presente que, irremediablemente, ya no está. La vivencia, la aportación de la misma, no se recuerda: se almacena y queda latente filtrando cada uno de los nuevos hechos y aportaciones de la vida.
[...] Extrañamente, regresar a un día gris de Mayo de 2005, sin saber que ese recuerdo existia siquiera. Regresando aquí es como si lo demás nunca hubiera existido, como si todas esas vivencias aleatorias (buenas y malas) pertenecieran a otra persona, cercana pero distinta. Lo único que vincula pasado y presente es la música, y sólo alguna. Superponiendo ambas regiones de convergencia (pasado y presente) es el único espacio común que existe: alguna música. Regresando a veces todo sigue perteneciendo. A veces no.

martes, 6 de mayo de 2008

Incienso (III)

La corriente deshizo el hilo de cenizas de incienso consumido en el quemador. Polvo gris que antes de esa brisa fugaz parecía tener una forma. Ya no quedaban más varillas; solo esos finos cinco pequeños palitos que restaban una vez consumida la mecha. En otro tiempo, ese humo nublaba su visión a través de la ventana de aquella fábrica abandonada que unos visitaban por el techo, otros por la droga y, el resto, por momentos físicos de los que no guardarían ningún recuerdo al día siguiente. Los últimos reflejos de la tarde hacían centellear el prisma de cristal: ese extraño objeto que tomó prestado de aquella habitación sabiendo que nunca nadie lo reclamaría. Muchas veces se preguntaba a quien habría pertenecido y que uso le daría. Nunca lo sabría. Para ella era la esperanza que nunca existió cuando el rojo de sus uñas contrastaba con ese pelo negro brillante (el suyo y el de su gato), representaba la expectativa de un más allá. Ahora, mirando el destello en arco iris que proyectaba el prisma sobre las cenizas esparcidas en la mesa, vio todos aquellos días repletos de aquel humo, de aquel olor y de aquel reflejo y sintió una nostalgia desfilando en su interior disfrazada de euforia, de tristeza infinita, de lujuria y de muchas otras etéreas vestimentas. Se miro en el espejo: habían pasado veinte años de aquellos días. Miro a través del prisma de cristal y en el recuerdo volvió a resonar esa voz grave, esa voz a la que, si no prestaba atención a las palabras que dibujaba, era una caricia que, a través de su sentido del oído, retumbaba dentro de ella y hacía vibrar cada milímetro de su ser con la misma destreza que sus manos dibujaban sinuoso erotismo en todo lo que tocaban, con la misma precisión que esos cuchillos de saliva se ajustaban a la frecuencia del deseo. Esa voz estaba en el prisma, en su reflejo, en la corriente y, sobre todo, en el dibujo aleatorio, pero moldeable, de las cenizas del quemador que el viento había creado.