viernes, 21 de marzo de 2008

Kysel (III)

"Si no te conociera te preguntaría muchas cosas pero no lo hago porque te conozco y tengo miedo a que me contestes. Te miro con los ojos medio cerrados, me sonríes y me olvido de todo lo que querría preguntar aunque muchas veces debería mantener al menos los interrogantes en mi cabeza. A veces parece que todo se quedara aquí detenido y condensado en lo que sueñas, en lo que dices y en lo que nunca dirás. A veces yo me congelo entre todas esas palabras que se tejen sin orden y sin razón. Prefiero volver mañana, prefiero esperar a que me busquen. A que me pregunten. Tal vez olvidé el trato, el "cada cierto tiempo". No hay nada que me recuerde las condiciones cada día, nunca estuvieron escritas. Cada segundo hay hechos que me hacen creer y otros que me hacen desaparecer. Dices que siempre vuelvo, que entre todas las maletas, raíles y caminos por los que he pasado es este en el que pertenezco. A veces no lo veo. A veces solo veo el camino de vuelta a la estación, aquel día gris, la nieve, el frío."

Una vez más cerró la puerta y se fue. Pasó delante de la estación, cruzando las mismas calles. La lluvia se mezclaba con la niebla, hacía una frío que se metía por los huesos. Fué hasta el lago una vez más, se sentó en un banco bajo la extraña protección al mundo del gorro de su abrigo y de su enorme bufanda de lana verde y azul. Miraba al lago y releía mentalmente cada palabra que había escrito. Tiro una piedra al lago, rompió el reflejo gris desencadenando una vez más las mismas ondas. Otra vez debía volver a empezar.

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