jueves, 8 de mayo de 2008

Región de convergencia

El tiempo es tan extraño que siempre que vuelvo aquí me da la impresión que jamás me fuí. Esa sensación de un regreso que nunca tuvo partida me sorprende, me vuelve, de cierta manera, atemporal. Y eso me alegra, me situa al mismo nivel que todas esas personalidades carismáticas que aún me mantienen en vida tanto física como mental pero, por otro lado, me inquieta. Vuelve lo vivido en el intervalo inexistente; como volver a la misma clase que estabas en Junio en Septiembre y, después de aleatorias conversaciones y mover la mirada de la mesa a la pizarra un par de veces, parece que el verano "nunca existió". En momentos así el pensamiento se hace claro, conciso e incluso, aparentemente revelador. Cuántos más años pasan más queda el resultado de la vivencia que la vivencia en si misma. El recuerdo del proceso te situa en un punto intermedio donde quieres que todo se realice de nuevo para refrescar la sensación. Recordar el resultado te situa en un pasado o un presente que, irremediablemente, ya no está. La vivencia, la aportación de la misma, no se recuerda: se almacena y queda latente filtrando cada uno de los nuevos hechos y aportaciones de la vida.
[...] Extrañamente, regresar a un día gris de Mayo de 2005, sin saber que ese recuerdo existia siquiera. Regresando aquí es como si lo demás nunca hubiera existido, como si todas esas vivencias aleatorias (buenas y malas) pertenecieran a otra persona, cercana pero distinta. Lo único que vincula pasado y presente es la música, y sólo alguna. Superponiendo ambas regiones de convergencia (pasado y presente) es el único espacio común que existe: alguna música. Regresando a veces todo sigue perteneciendo. A veces no.

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