sábado, 3 de noviembre de 2007

Incienso (II)

Incienso (I)

Volvió a casa aún con la imagen tremendamente nítida en sus retinas de lo que había sucedido aquella tarde. Fue fugaz y eléctrico en la misma medida que todo lo que aún atesoraba en su memoria referente a él. Aún hacían eco sus palabras aunque no sabía descifrar con precisión si pertenecían a ese presente reciente o al pasado. Esa mezcla de sensaciones la llevo a su habitación... entre todos los retales del pasado que guardaba en el segundo cajón encontró la caja de varillas de incienso a modo de señalador en un cuaderno. Quedaban dos varillas. Leyó mientras la penúltima varilla de "Esencia de Lujuria" se consumía...

Muchas veces me despierto y miro a un punto fijo. Nunca enciendo la luz porque cuando eso pasa es siempre sobre las ocho de la mañana y el sol entra por las cortinas. A veces no se si sigo en este lugar o tal vez me fui a otro sin darme cuenta. A veces no sé si estoy sola o no. Normalmente si estoy sola a los cinco minutos viene el gato y, sino, si quien duerme a mi lado vino por cariño tal vez se gire y me toque la cara y me pregunte algo; si no habla inglés probablemente lo besaré y después me vuelva a dormir. Pero si quien duerme a mi lado vino en busca de algo puramente físico se sentirá culpable, pensará en su vida (su mujer, sus hijos, quien sabe) y se irá. Lo siento, puede que diga. Aunque más lo siento yo, siempre. No hace mucho tiempo que me volví selectiva y psicóloga. Y si es él quien está a mi lado se volverá a dar cuenta que vuelve a estar conmigo y que, aunque no quiera asumirlo, este es el único lugar en el que se ha sentido así en los últimos dos años. Nunca le he cobrado. Nunca lo haré. Casualmente, siempre que me quedo mirando al infinito es él quien está en mi cama. Me abrazo a su pecho siempre. Siempre que viene paso días pensando. Una vez me dijo que era una pena que no pudiera quererme, lo dijo creyendo que dormía pero sólo tenía los ojos cerrados.

Dejó de leer. Miro la varilla de incienso, la incandescencia oculta con la que se consumía transformándose en humo y cenizas. Tiene una vida limitada, como todo.

Cuando se acaba el incienso todo son cenizas y humo. Un aroma que impregna todo que ennubla la objetividad con la que veo el presente ahora tiñéndolo de sensaciones del pasado. Aún sin abrir las ventanas solo con el aire que se filtra a través de los cierres poco perfectos de estas el humo terminaría por desaparecer. Es curioso que una varilla de incienso resuma tantas cosas. Es normal que esta varilla aún se consuma aunque haya pasado el tiempo, es normal que este olor sirva aún de maquina del tiempo. Este incienso, este olor, tiene un poder hipnótico sobre mí. Pero de esta intensidad solo surgen cenizas y humo. El humo que me rodea, la ensoñación que se evapora.

"No podemos cambiar nada ya. No serviría de nada".

No hay comentarios: